Durante todo el campeonato Estudiantes corrió de atrás a un grande como Boca, y aunque por momentos lo tuvo lejos nunca bajo los brazos, ni siquiera luego de una racha adversa de cuatro partidos, ni cuando estuvo a cuatro puntos de diferencia a falta de seis.
Sin dudas que este fue un año soñado para el equipo de La Plata, ganó 7 a 0 el clásico, peleó mano a mano un campeonato con Boca, y lo ganó en una final memorable (no tanto por lo futbolístico, si por lo emocional).
El 2006 va a quedar en el inconciente futbolero como el año del León, y aunque parezca un vaticinio del horóscopo chino de Horangel, no es otra cosa que el título que mejor le queda al año que se va.
Atrás quedaran los llantos de los que decían que el campeonato estaba arreglado, la chapa de los equipos grandes que con sus figuras ganan los campeonatos caminando, y el karma de los equipos chicos de tener que conformarse con los segundos puestos.
Porque si hay algo que quedó demostrado en este torneo, es que lo único que se salva de ser juzgado, en el vapuleado fútbol argentino, es la integridad de los verdaderos protagonistas, de esos jugadores que van siempre para adelante, que juegan por la camiseta, que se deben a su público y al espectáculo.
Y mientras todos discutían si Boca ganaba el “tri” en Córdoba (no se lo permitió una pirateada), si alcanzaba el record de 50 puntos, o luego, si lo ganaba de local frente al granate. Apareció el pincha desde atrás, y al grito de “Hola a todos, yo soy el León!!!”, y con el cuchillo entre los dientes, se llevó uno de los campeonatos mas apasionantes de los últimos tiempos.
Y nuevamente dejó escapar el rugido del campeón,...un rugido contenido durante 23 años.